¡8 de 8! ¡La sangre vuelve al cuerpo!
Atlanta, 18 de Octubre de 2016- Cuando salimos esta mañana a las 4 am del hostel en ciudad de México, una mezcla de emociones permeaba el ambiente. Después de meses de preparación, se cristalizaba la idea de que en unas cuantas horas -9 para ser exacta- estaríamos llegando al primer destino de la caravana: Boston. El vuelo no era directo, sabíamos que habría un traslado en Atlanta. Tres largas horas de espera entre los dos vuelos en las que imaginábamos comeríamos, dormiríamos, platicaríamos, y muchas cosas más que caben en 180 minutos.
Y sin embargo, casi perdemos el avión a Boston. Llegamos a la puerta de abordar justo cuando empezaban a entrar los primeros pasajeros. En esas tres largas horas entre vuelo y vuelo no hubo comida, ni siesta, ni charla y si una angustia que se empezó a sentir como una piedra en el estomago cuando en el área de revisión migratoria mandaron a todas las caravaneras por separado a revisión después de hacer largas filas.
Ahí iba Lucia que nunca había salido de su pequeño pueblo Nochixtlán en Oaxaca a enfrentarse sola a tecnología de scanners, toma de huellas, fotografías automáticas y un idioma que sonaba tan extraño y del que no entendía una palabra. Alicia con su mirada retadora y que ha enfrentado granaderos y militares, pero en su tierra otomí, no en un suelo que de tan pulido parece espejo reflejando rostros hostiles que la observan inquisidoramente. A lo lejos, entre la multitud, aunque todas son de estatura baja, las caravaneras se distinguen perfectamente por sus sombreros de paja de colores que trajo Cristina de Ayotzi y que dicen ¨todos somos 43¨
La primera en salir fue Oda, la maestra de la CNTE. Le hicieron varias preguntas, pero como ella ya había visitado Estados Unidos anteriormente, esta visita no fue muy cuestionada. No sé, no quiero pensar que también tuvo que ver su piel clara y que tiene o tuvo una profesión. Es maestra retirada. Le siguió Miriam, la otra maestra que es parte de la caravana. Iban dos que llegaban después de cruzar el largo pasillo que sale de la zona de revisión.
Las otras seis caravaneras tardaron lo que parecían siglos en llegar por ese pasillo. Lucia fue la tres de ocho y nos trajo la noticia que a Carmen se la llevaron de la ventanilla de inspección a un cuarto de segunda revisión. La piedra en el estomago se sentía cada vez más pesada. Seguían llegando una a una, como cuenta gotas, Bertha, Joaquina, Alicia, contando cómo les cuestionaban su visita a EU: ¿a que vienes? ¿Traes dinero? Dices que te invitó una universidad a una conferencia, ¿a ti? Pero estas guerreras que enfrentan tantos retos en su diario andar, finalmente cruzaban ese pasillo hasta llegar al abrazo con que la esperaban sus compañeras.
Carmen llegó también. Solo le hicieron más cuestionamientos que a las demás, pero llegó. La última en llegar por el pasillo fue Cristina, pero no llegó sola. De hecho, no llegó, pasó por el pasillo, pero acompañada de un oficial de migración en dirección a una segunda revisión más exhaustiva. Nomas nos encargó su maleta al pasar. Ya no solo se sentía la piedra en el estomago, la sangre ya parecía no llegar a todos los rincones del cuerpo.
Eran las 2:10 y teníamos que estar en sala de abordar el vuelo a Boston a las 2:35. Todavía teníamos que documentar maletas al nuevo vuelo. Los cuestionamientos surgieron. ¿Nos quedamos todas a esperarla? ¿Nos vamos? La decisión era muy difícil, sobre todo para estas mujeres que saben de solidaridad y de no dejar a una compañera atrás. Cruzando los dedos porque sólo fuera una revisión más y no una deportación o detención, y después de asegurar un plan B decidiendo que hacer en caso de que eso fuera, Luis se quedaría a esperar lo que viniera y el resto de las caravaneras saldríamos corriendo a cumplir con el compromiso adquirido meses atrás de denunciar la represión.
Estábamos subiendo las maletas al carrusel que las llevaría al nuevo avión, cuando vemos llegar corriendo a Luis y Cristina, los dos con sus sombreros de Todos Somos 43. A Cristina le hicieron muchos más cuestionamientos que a las compañeras y hasta la amenazaron con quitarle su pasaporte, pero mientras le decían eso, ella ya estaba pensando en las muchas comisiones que participaría con la asamblea de padres y madres si es que la regresaban a México. Llegó a reunirse con nosotros serena. Después de una constante búsqueda de su hijo desaparecido por más de dos años y de enfrentar a granaderos y al mismo presidente de México, que no te dejen entrar a Estados Unidos es solo una de las tantas barreras que enfrenta Cristina y las otras caravaneras, y eso no va a detener su lucha.
Aquí pues seguimos. Ya estamos llegando a Boston donde a partir de mañana, miércoles 19 de octubre, iniciarán las caravaneras sus primeras presentaciones y denuncias.