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Un día más en esta ciudad, en este país

Rosa María Barajas, Diario de Caravana, Día 2- Boston, Octubre 19, 2106- Eran las seis de la mañana cuando escuché mi teléfono. Pensé seria mi alarma que habitualmente suena a esa hora para ir a trabajar. Pero no, estaba segura que la desactivé con la conciencia que por todo un mes estaría ausente de mis actividades cotidianas. Era mi teléfono y del otro lado, la voz de mi compañero Luis me decía que algo no estaba bien. Bertha se tiene que regresar a Ciudad Juárez- me dijo sin ningún preámbulo. Con mis 3 horas de sueño, mi cerebro no captaba. Hay un problema serio con Kevin y como Bertha tiene custodia legal, tiene que estar presente de inmediato. Empecé a procesar la información y recordar mis charlas con Bertha. Tenemos tres días de conocernos y ya he escuchado mucho del dolor que lleva consigo desde hace siete años. Kevin es el hijo de Brenda Berenice, su muchachita que a los 16 años desapareció un 6 de enero allá en Juárez. Kevin tenía solo un mes cuando su mamá, como cientos de jóvenes mujeres en ciudad Juárez, se desvaneció. Sin rastro, dicen las autoridades. Me levanté a comprar el boleto a El Paso, que era la forma más fácil de que Bertha llegara a casa. A hacer arreglos para que alguien la lleve de El Paso a Ciudad Juárez. A hacer planes de caravana ya sin ella. A partirme el corazón entre apoyar a esta compañera y seguir con el cometido de denunciar, precisamente, historias como la de Bertha. Así empezó el primer día de presentaciones de la caravana. El grupo de once miembros nos habíamos dividido en tres casas para dormir… pues a menos de que tengas una mansión es difícil dar alojo a un grupo tan grande. Afortunadamente la solidaridad es mayor y no tuvimos que dormir bajo las estrellas. Al reunirnos los tres grupos en el tren que sirve de transporte a la mayoría de los habitantes de Boston, las compañeras, de inmediato se acercaron a abrazar a Bertha, a preguntarle: ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu niño? A demostrar, otra vez, esa solidaridad y empatía que se desarrolla aún más cuando se comparte la lucha tan dura por la vida.

La compañera tenía una presentación en la universidad de Boston y estaba decidida a continuar hasta que tuviera que marcharse. Pero voy a regresar a seguirle, dijo. Al final, el problema se arregló y Bertha se pudo quedar a continuar con la caravana. Y las presentaciones empezaron. Universidad de Massachussetts primero. Le siguieron el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y la Universidad de Boston. Esta ciudad está llena de universidades, muy caras por cierto. Entre esas presentaciones, una comida “mexicana” de burritos, ensalada y frijoles con arroz que no tienen ese sabor de olla de barro y una salsa de molcajete como hubieran querido las compañeras, pero para poder contar historias se necesita algo en el estómago.

Al final, cerraron con una presentación en la Universidad de Massachussetts. Este día estuvo lleno de emociones. No solo de parte de las caravaneras, si no de aquellos que con los ojos y oídos bien abiertos escuchaban los relatos que estas mujeres valientes y tan golpeadas por el sistema tenían que compartir. “Nunca había visto a mis estudiantes tan conmovidos”, dijo Tanalis, profesora de historia en el MIT, y quien organizó en su gran mayoría el paso de la caravana por esta ciudad, ahora fría y lluviosa. “Estoy segura que lo que escucharon, marcó el antes y después en las vidas de estos jóvenes”, agregó Susan, otra profesora que también apoyó en la organización.

Hubo lagrimas, muchas lagrimas. En los rostros de los escuchas, pero también en las caravaneras. Aunque ya tengan años hablando de cómo sus hijos e hijas han sido arrancados de sus vidas, o de cómo un hermano ha estado preso por más de dos años por crear un sistema educativo realmente encaminado a mejorar las vidas de jóvenes de bajos recursos y sus comunidades, y en contra de esa reforma educativa tan fallida que promueve el gobierno, todavía las heridas no se cierran y el corazón se encoje cada vez que comparten los hechos. También hubo abrazos, entre ellas, pero también de desconocidos que se acercaban al final de las presentaciones a querer saber más detalles.

También hubo enojo e incredibilidad al escuchar que este país que se piensa tan democrático y tan observador de los derechos humanos tiene las manos sucias al brindar apoyo militar al gobierno mexicano que es la causa de los pesares de estas mujeres. Para algunas de ellas, también esta información mutua es nueva, pero no les sorprende. Las comparticiones y las emociones agotan y abren el apetito. Al llegar la noche y después de cerrar la última presentación, caravaneras y organizadoras nos fuimos a compartir una muy bien merecida cena. En menos de 24 horas la transformación de estas guerreras era ya muy notoria. Su seguridad al hablar ante este público extraño se percibía en sus palabras, en su presencia. Listas para una segunda jornada se despidieron para irse a sus respectivas casas por una noche más en esta ciudad, en este país. Mañana será otro día.

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